lunes, 23 de mayo de 2011

LECTURA

Si preguntamos ¿qué papel cumple la lectura en la preparación en la formación del estudiante univer­sitario?, los docentes, los investigadores y los estu­diantes responderán que la lectura es el eje central del proceso educativo y que de su dominio depende, en parte, el ingreso a la universidad y el éxito acadé­mico profesional.
El estudiante universitario descubre que la lectura es una actividad decisiva en su trabajo académico, porque necesita ampliar, confrontar y reelaborar, a partir de una bibliografía, los conceptos que se traba­jan en clase y en las asesorías.
Cada vez con mayor intensidad, la metodología de los cursos descansa, básicamente, sobre las activida­des que llevan a cabo los estudiantes en relación con la elaboración de informes de lectura, ensayos, estu­dios, monografías y trabajos de investigación. Para cumplir con estos requerimientos en forma eficiente y productiva, el estudiante debe desarrollar al máximo su habilidad lectora y la capacidad para utilizar ade­cuadamente todos los servicios que prestan las bi­bliotecas y los centros de documentación, y adquirir criterios para seleccionar los materiales que necesita.
Nuestra experiencia docente en la universidad y en el bachillerato, y los planteamientos que hemos en­contrado en artículos de revistas, periódicos y libros, nos indican que el estudiante que posee un buen de­sarrollo de la aptitud verbal logra un mejor rendi­miento en la Universidad.
El ex profesor de la Universidad Nacional de Co­lombia, Salomón Kalmanovitz, considera que la uni­versidad colombiana no ha resuelto el problema de las deficiencias de lectura y de escritura que presen­tan sus estudiantes, lo que repercute directamente en la formación académica y en la baja calidad profesio­nal de sus egresados, quienes salen sin capacidad para continuar su formación científica e innovar.
Ernesto Guhl, presidente de la Asociación de Fa­cultades de Ingeniería, en 1987, atribuía la considera­ble deserción de estudiantes de esta área a que ni en la primaria ni en el bachillerato se preparaba al estu­diante para consultar, elaborar raciocinios ni estudiar por cuenta propia, actividades para las cuales es ne­cesario un buen desarrollo de la habilidad lectora.
Femando Ocampo, profesor de la Universidad Pe­dagógica, en una ponencia que presentó en el Con­greso Pedagógico Nacional en 1987, afirmaba que el fracaso de la educación colombiana se evidencia en la dificultad que muchos estudiantes universitarios tie­nen para leer y escribir; comentaba que, como direc­tor de tesis de grado, se tenía que dedicar a corregir la redacción y la ortografía en lugar de dedicarse a los aspectos propiamente investigativos.

Los conceptos emitidos por los autores mencio­nados, todos ellos vinculados a la educación supe­rior en Colombia, nos permiten afirmar que la uni­versidad no ha logrado compensar la falta de habilidades para leer y escribir que presentan la mayoría de los estudiantes que ingresan a ella. Con los planes de estudio vigentes es difícil superar a corto plazo este problema, ya que, por lo general, las carreras tienen, como máximo, dos cursos de es­pañol; y no siempre el énfasis en éstos se hace en el desarrollo de la lectura y de la escritura.
Tanto en Colombia como en el mundo existe una preocupación por elevar la calidad de la educación para formar profesionales competentes e investigado­res capaces de resolver problemas. Se reconoce que para lograr este objetivo es necesario potenciar al má­ximo las habilidades para leer y escribir, porque son esenciales para el avance científico, tecnológico y cul­tural de un país. Como ejemplo citamos el caso nor­teamericano, donde:

El analfabetismo funcional es sólo uno de los grandes problemas que afectan a los Estados Unidos, pero gran parte del éxito japonés proviene del hecho que sus obreros pueden interpretar matemática avanzada, leer planos complejos y llevar a cabo tareas sofistica­das en las plantas, y lo hacen definitivamente mejor que sus contrapartes americanos.

La situación se agrava para los norteamericanos porque: “La mayoría de los nuevos trabajos requerirá de habilidades muy sólidas en escritura y en lectura
y sólo la cuarta parte de la población que accede al mercado laboral dispondrá de ellas”.
Colombia no es ajena a este problema. Salomón Kalmanovitz, ya citado, considera que:

Nuestro sistema universitario no cuenta con herra­mientas para estudiar y desarrollar la lengua españo­la, tal como históricamente se ha formado en el país y, sin embargo, ha pretendido asimilar las ingenie­rías, las ciencias básicas y de la salud, el derecho y las ciencias sociales. Existen raquíticos departamentos de literatura en muy pocas universidades y escasea aún más la investigación en las áreas del lenguaje. Este se va desarrollando a la par de la sociedad pero sin cau­ce académico alguno, contribuyendo a que la comu­nicación en general, especialmente en relación con ciencias y técnicas, sea pobre y torpe.

Kalmanovitz también afirma que el sistema univer­sitario colombiano no ha valorado suficientemente el español, sabiendo que los profesionales pasan gran parte de su vida laboral redactando informes y que los investigadores deben tener muy desarrollada la capacidad para leer, procesar y seleccionar grandes cantidades de información, porque tienen que mane­jar conceptos teóricos de variados niveles de ¿ibstrac­ción, con el fin de organizar los hechos que investi­gan y escribir con buen estilo sus trabajos para que atraigan al lector. Considera que el egresado con ha­bilidad para la lectura y la escritura tiene éxito en el mercado de trabajo; pero:

no existe un sólido apoyo de parte de los sectores do­minantes para un proyecto educativo que propicie el español y su literatura ni el desarrollo intelectual de los jóvenes de todas las clases, en un ambiente de li­bertad y goce por el saber y la cultura cuando su en­señanza puede ser la clave de un futuro en el que existan más individuos propensos a la tolerancia, al goce y a la creación, a una apropiación inteligente de la técnica y de las profesiones.

Consideramos que la lectura y la educación son in­separables, porque sin negar el papel que cumplen y deben cumplir los medios audiovisuales en el proce­so educativo, todavía la lectura es el instrumento más utilizado en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Las investigaciones sobre el fracaso escolar han descu­bierto que el factor que más incide en dicho fracaso es la deficiencia en la lectura. Además de su papel en el proceso educativo formal, la lectura proporciona entretenimiento y es fuente de placer; es una de las mejores maneras de utilizar productiva y creativa­mente el tiempo libre. Como es portadora de cono­cimientos, ayuda a comprender las ideas de los de-mas, a refutarlas y a contrastarlas. También, nos sirve para conocer las culturas y las visiones del mundo que tienen otros pueblos; es la mejor forma de remontarnos al pasado y de reconstruir, en lo posible, la historia del hombre y de la sociedad, así como de acercarnos a las obras de autores que han dejado testimonios valiosos para la humanidad y que han aportado al desarrollo cultural y científico.

Tomado del libro la lectura en la Universidad
Profesores Luz Stella Castañeda, José Ignacio Henao

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